viernes, 30 de junio de 2017

Veneno


Antes de leer esta entrada conviene tener un "cómo" y un "por qué".

Cómo
El texto está pensado para ser leído a la vez que se escucha una música, de lo contrario se pierde la mitad del mensaje. La entrada comienza bajo el vídeo. Pulsa el botón de reproducir justo antes de empezar a leer.

Por qué
Wherynn, desde su blog Towards the truth, lleva tiempo creando historias que se entremezclan con música de fondo. A mí y a otros personas nos ha propuesto que escuchemos todos la misma canción y escribamos aquello que la música nos sugiera. La canción en este caso está compuesta por Caleb Hennesy, que comparte sus obras en su canal de YouTube. El resultado de Wherynn ha sido Stand my ground. Ella escribe de forma que los giros de la música se sincronizan con los giros en su historia. Yo me he limitado a dejarme llevar. Realmente, tengo curiosidad por ver qué podría salir si distintas personas con distintos estilos (o desde distintos géneros) se enganchan a esta especie de reto de poner palabras a una misma melodía. Con que invito a intentarlo a todo el que tenga ganas de escribir y comparta esa curiosidad  =)




Con el primer sorbo percibo el veneno imbuyendo mis venas de petróleo. Noto como los ecos de la gruta mueren al contacto con mi piel, ocultándome así de sus ciegos moradores. Las cuencas de mis ojos, anegadas de lágrimas sin tiempo, anochecen inexorables hasta quedar camufladas en un abismo de infinitos. Una a una, las sombras se exilian de la raíz de mi pelo, formando a mi alrededor una vacía comitiva. Avanzamos juntos sin rumbo, o quizá nos quedamos quietos, mientras la gruta navega inane a nuestros pies. La corriente del azar arrastra hasta mis dedos pétreos una daga, cuyo filo de éter parece derretirse en un incesante goteo de olvido corroído. La hundo en mi pecho a tiempo. Comienzo a sentir un magnetismo ajeno que nace de su filo y se apodera de mi alma. Brotan hebras de susurros que enraízan en mi carne, que discurren por mis sienes, como un cauce inefable de respuestas negadas. Se diluye la frontera entre mi cuerpo y el basalto, subyugados sus músculos yermos a la voluntad de nadie. Poco a poco, el veneno precipita por mis poros y se desliza hacia su frasco de pergamino. Consumo mi último calor en fundir un lacre robado que sella el líquido en su esencia, aislado y guarecido del ébano de mi sangre. Será mi ofrenda pagana a los dioses que quieran tomarla. Será la prueba ignota de todo anhelo no nato. Será veneno, al fin y al cabo, para quien aún se conserve vivo.


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